EL COBARDE FUSILAMIENTO DE SEIS CIVILES EN
QUEQUEÑA, PERÚ.
Por: Jorge Rubio (Chile)
El Distrito peruano de Quequeña se encuentra ubicado a 25 Kms. al sureste de Arequipa. Es uno de los 29 distritos que conforman la Provincia de Arequipa. El 24 de noviembre de 1883 se produjo uno de los hechos más crueles de la Guerra del Pacífico, una vez lograda la victoria por parte del ejército de Chile sobre Perú: el fusilamiento de seis civiles en Quequeña, provincia de Arequipa, Perú.
Los Murales de Quequeña recuerdan ese hecho.
Entre los años 1879 y 1884 se llevó a cabo uno de los conflictos bélicos más sangriento de nuestro continente entre Bolivia y Perú, por una parte, y Chile por otra: la Guerra del Pacífico.
En ese entonces -1879-, la frontera de Chile llegaba hasta Tarapacá, por lo cual Antofagasta formaba parte del territorio boliviano. Más al norte, Arica e Iquique eran parte del Perú. A pesar de todo esto, la riqueza salitrera que cubría el suelo antofagastino era explotada por capitales extranjeros, fundamentalmente chilenos.
Hiliarón Daza, presidente boliviano de entonces, había impuesto a la mayor productora de salitre, la firma chilena Compañía de Salitres y Ferrocarriles Antofagasta, un impuesto de diez centavos de peso boliviano por cada quintal embarcado del producto. Con ello, quebrantaba los tratados firmados con Chile en 1866 y 1874. En respuesta, Chile ocupó con tropas la zona salitrera de Antofagasta. Entonces se supo de un tratado entre Bolivia y Perú de ayuda mutua en caso de un conflicto bélico que amenazara a alguno de ellos.
El Clarín de guerra sonó en los pueblos, ciudades y caseríos de tres países: Chile, Perú y Bolivia, llamando a sus hijos a reconocer cuartel. Miles de campesinos, mineros y ciudadanos se transformaron en soldados para escribir con su sangre derramada gloriosas páginas de historia.
125 años han transcurrido desde el fin de esta guerra. Muchísimos años de paz aun no logran borrar definitivamente las cicatrices de ella. Los vencidos, principalmente peruanos, que sostuvieron solos el conflicto hasta el final, lamentan aún las cicatrices que marcaron en sus espíritus la crueldad de los vencedores.
Grandes gestas se escribieron en esta guerra, por ambos bandos. La historia destaca el honor de muchos oficiales: Miguel Grau, Arturo Prat, Francisco Bolognesi, Andrés Cáceres, Eleuterio Ramírez… y muchos más. A pesar de la defensa de su territorio por parte de Perú, las tropas chilenas avanzaron en su penetración de suelo peruano. Finalmente la superioridad de las tropas chilenas logró vencer la resistencia peruana. Una de las acciones que aún duele en el alma del Perú, fue la rendición de la guarnición de Arequipa sin oponer resistencia; fue una rendición sin lucha. Derrotado Perú, se procede a la firma de un tratado de paz entre los gobiernos de Perú y de Chile, el 20 de octubre de 1883, en el Tratado de Ancón. El ejército chileno quiso asegurar que este tratado fuese respetado por el bando peruano procediendo a tomar posición de puntos estratégicos. Estas acciones develaron la crueldad que asomó en parte de oficiales y tropas de los vencedores sobre los vencidos. Las violaciones de mujeres, el saqueo del patrimonio arquitectónico del Perú, el maltrato de su población y el arrebato de territorio no se olvidan.
El mes de noviembre del año 2006 visité Arequipa, por segunda vez. Tenía en mente recorrer algunos de los sitios peruanos de esta región que fueron actores de esta guerra, entre otros, Mollendo, Moquegua, la bahía de Ilo, Paucarpata, etc. Conversando con un señor peruano en mi recorrido, al saber que era chileno, me señaló que también debía conocer Quequeña. Qué hay en Quequeña, le pregunto: debe verlo usted mismo, me respondió, y me indicó cómo llegar.
El poblado anterior a Quequeña es Yarabamba, que anuncia lo que allí ocurrió el día 24 de noviembre de 1883. Y supe de esta historia oculta por nuestra propia Historia. Este es parte del relato de lo que allí ocurrió escrita por el presbítero de Quequeña, de aquel tiempo, don José Valencia:
"Después que los chilenos entraron en la ciudad de Arequipa en octubre de 1883 vinieron a Pocsi un oficial llamado Ramón Villonta y cuatro soldados uno de ellos identificado como Juan Fernández quienes cometieron abusos en Polobaya y Piaca y después entraron a Quequeña. Dos de los soldados bajaron a Yarabamba donde en la picantería "el Mollecito" quisieron abusar de una joven que todavía existe por lo que algunos vecinos les quitaron los rifles. Se regresaron a Quequeña para volver a Yarabamba los cuatro. En el trayecto encontraron a Don Andrés Herrera tejiendo un sombrero de chito, lo hicieron hincar para fusilarlo pero uno de ellos dijo: Es inocente no lo matemos. Llegaron a Quequeña muy atrevidos por lo que algunos jóvenes los persiguieron a su vuelta a Quequeña y fueron victimados dos de ellos a las ocho y media de la noche. El 23 vino un chileno muy político y con gasmona decía: "no hay porque admirarse de lo sucedido, en tiempo de guerra mucho mas acontece" Reservadamente había tomado razón nominal de ocho sujetos que el día anterior tuvieron la reyerta con los chilenos. El 24 vinieron once oficiales y cincuenta soldados a caballo. Desde Yarabamba arrearon a los vecinos que comunalmente se ocupaban de amontonar algunos maíces. Un chileno se desprendió de la tropa persiguió a una mujer y la violó. En la plaza colocaron en línea a los hombres que arrearon y flagelaron a seis. El cura Retamoso le dijo al oficial que le pareció más respetable, todos son inocentes y los de la reyerta se dice que han fugado. Le contestó veré su iglesia, entraron a ella y dijo es hermosa…”
A continuación parte de la versión del oficial a cargo de las tropas chilenas sobre este hecho:
El 22, a las cuatro de la tarde, el soldado Juan Fernández llegó hasta el pueblecito de Yanabamba, 15 cuadras mas cerca de Arequipa, e iba mandado por un sargento para llevar el armamento que le entregaría la autoridad de ese lugar. El soldado Fernández fue atacado al llegar a Yanabamba por una partida armada con unos pocos rifles y garrotes, pudiendo apenas llegar a Quequeña desarmado. El Sargento Francisco A. Román y el soldado Francisco Valdebenito salieron a buscar el armamento del soldado Fernández, pero a 5 cuadras de Quequeña fueron detenidos por una partida de 25 hombres armados de rifles, palas de trabajo y garrotes. Regresaron a Quequeña, dieron cuenta al Gobernador y a los vecinos, pero no se les prestó ayuda de ninguna clase, y cuando se encontraban todavía en casa del Gobernador, fueron atacados por una poblada engrosada considerablemente con vecinos de Quequeña. El sargento y el soldado fueron al lugar donde habían dejado al soldado Fernández, en un corralón en que estaban las mulas de la comisión al cuidado de arrieros. Era cerca de la oración y serían las ocho de la noche. Como a las nueve, sintieron un gran tropel de gente, y fueron atacados por la misma poblada, compuesta esta vez por mas de 50 personas, que rodearon el corral y que desde las casas vecinas dispararon sus armas; y cuando vieron que los soldados no se defendían, entraron, ultimaron a garrotazos al sargento Román y al soldado Fernández, logrando escapar herido en un brazo y una mano el soldado Francisco Valdebenito. Los cadáveres de los soldados fueron horriblemente mutilados, y destrozadas las mulas que había en el corral. Examinadas detenidamente 60 personas que fueron aprehendidas en los pueblos de Yanabamba y Quequeña el día 24, el Tribunal estableció los hechos siguientes:
1°. Que la comisión de nuestro Ejército no cometió ningún acto de extorsión, obser-vando por el contrario buena conducta, permaneciendo constantemente con las autoridades peruanas;
2° Que fueron atacados y ultimados por mas de 60 personas de los puebles de Yanabamba y Quequeña, siendo los autores principales los ciudadanos peruanos Andrés Becerra, Mariano Linares, Federico Barrera, Nicanor Rodríguez, Andrés Herrera, Cleto Málaga, Pablo Málaga, Casimiro Arenas, Luciano Ponce y Juan Arenas.
3° Que ni un solo habitante de los pueblos de Yanabamba o Quequeña, gobernadores, sacerdotes, etc., etc., hizo un acto o demostración en favor de nuestros soldados, debiendo con arreglo a los principios de moral y legislación de todos los países, considerarse cómplices del atentado, puesto que no lo evitaron, pudiéndolo;
4° Que los vecinos de Yanabamba y Quequeña han tolerado que los primeros autores del crimen permaneciesen en las poblaciones hasta la mañana del 24, en que entró la fuerza chilena, y no los aprehendieron para ponerlos a disposición de la justicia, lo que los coloca en el rango de encubridores”.
Hoy día en nuestro país, a hechos como estos, se le llama “excesos”.
Mientras recorría la iglesia, la plaza, el museo, el monolito que recuerda estos mártires, las calles de tierra que caminaron aquellos que serían más tarde azotados y fusilados, conversaba con vecinos del sector, quienes al saber que soy chileno, me agradecían mi gesto. No encontré rencor en sus miradas ni en sus palabras. Todos sabíamos que éramos ajenos a lo que allí sucedió. El colectivero que me trajo de regreso se desvió de su recorrido y me mostró donde estaban algunas de las casas que fueron quemadas. Y me deseó un buen retorno a mi país…y lo esperamos de vuelta, me dijo. Al dejar el colectivo mis ojos sin duda que estaban brillantes. Me costaba tragar saliva, y no era por la sequedad del lugar: sentí vergüenza por mis soldados de ayer, y los puse a la par de mis soldados de hoy.
Sólo espero que nunca más, nunca más….
En Quequeña y Yarabamba numerosos murales acompañan al caminante por este recorrido. Son los Murales de Quequeña, que guardan una página de la historia triste de estos poblados y permiten mantener vivo el recuerdo de sus mártires, durante la Guerra del Pacífico.
Los murales de Quequeña
El improvisado paredón, a un costado de la iglesia de Quequeña.
Tropas chilenas en Quequeña. Hoy llamada “Alameda de los Héroes de Yarabamba y Quequeña”
Latigazos a pobladores de Quequeña y Yarabamba. La inútil defensa del sacerdote.
Las tropas chilenas azotando a pobladores de Quequeña y Yarabamba.
Monolito en homenaje a los mártires de Quequeña, ubicado frente al municipio y a la iglesia, donde fueron fusilados los pobladores
Honor y gloria a los mártires de Quequeña