domingo, 31 de octubre de 2010

El Bicentenario
(1810-2010)
¿200 años de libertad?

Por:Fernando Camacho Padilla


El pasado día 12 de octubre de 2010 se celebraba el día de la Hispanidad en conmemoración al encuentro del Nuevo y el Viejo Mundo. Concretamente 518 años antes, Colón llegó al continente americano en la búsqueda de una ruta directa a la India para evitar a los intermediarios en el comercio de la seda y las especias. Y realmente creyó que había llegado, razón por la que llamó a sus habitantes ‘indios’. Ese error de cálculo sobre la dimensión planetaria cambió para siempre la historia de la humanidad, y muy especialmente la de los habitantes que vivían en el ‘nuevo’ continente. Pero, además, el término ‘indio’, adquirió toda una serie de significados peyorativos que, a pesar de los esfuerzos lingüísticos de buscar nuevas denominaciones para los habitantes originarios de esa región, se ha mantenido hasta el presente. Frente al vocablo ‘indio’, acuden a la mente injustas denominaciones, como ‘el borracho’, ‘el sucio’, ‘el ladrón’, ‘el holgazán’, ‘el ignorante’; nuevos nombres aparecen, tales como indoamericanos, nativos, pueblos aborígenes o pueblos originarios. ¿Y cuál prefieren ellos? Pues como a todo grupo humano, que les llamen por su nombre original, ya sean Mapuche, Guaraní, Aymara, Siux, Quechua, Ixil, o Quiché, entre cientos otros.

Ahora que han pasado doscientos años del fin del control político y militar de España en la mayor parte del continente (de Cuba y Puerto Rico salió en 1898 empujada por Estados Unidos, una potencia todavía más fuerte y represiva), ¿qué supuso la independencia para los legítimos habitantes de América? Como ellos repiten una y otra vez, nada, absolutamente nada. Es más, perdieron los únicos derechos que les habían sido reconocidos a lo largo de los trescientos años del periodo colonial. Cuando el pueblo Mapuche tiene que demostrar su legitimidad territorial en los distintos procesos judiciales que tienen lugar en Chile, la principal prueba que enseñan al juez son los títulos de propiedad concedidos por los distintos monarcas españoles antes de la independencia. Sin embargo, estos territorios y sus derechos tampoco fueron regalados por la Corona. En ocasiones estos privilegios se lograron a costa de la resistencia armada (en el caso del pueblo Mapuche y otras comunidades pequeñas). Y en otros casos, por el apoyo de sectores de la Iglesia Católica después de las denuncias presentadas por ejemplo por Francisco Vitoria, precursor de los derechos humanos, cuya figura se encuentra frente a la sede de las Naciones Unidas en Nueva York; y Bartolomé de las Casas, fraile dominico que se convirtió en Obispo de San Cristóbal de las Casas en Chiapas. Posteriormente, otras congregaciones religiosas como los Franciscanos o Jesuitas también se preocuparon por la protección de los indígenas frente a los abusos a que eran sometidos.

El marco jurídico bajo el cual estaba la América española, se transformó completamente tras la independencia. Las nuevas constituciones republicanas acabaron con las diferencias y privilegios sociales, tanto de los peninsulares como de los indígenas. A partir de ese momento, en la práctica todos los ciudadanos de los nuevos países pasaban a tener los mismos derechos. Y así, los más indefensos, los indígenas, perdieron la poca protección legal con la que contaban.
Durante la guerra de independencia, la mayoría de los pueblos indígenas marcharon y lucharon junto a las tropas realistas. ¿La razón? Conocían los postulados patrióticos (independentistas) de ‘igualdad’ para todos; un discurso poco convincente, pues los generales patriotas eran los mismos dueños de las haciendas y las minas en las que estaban obligados a trabajar. Y también eran los mismos que llevaban peleando más de doscientos años contra la Corona y la Iglesia Católica para acabar con los privilegios y las pocas propiedades que les quedaban a los indígenas.

Con esta serie de razones, y en esta fecha tan simbólica para la historia, debemos revisar los antecedentes familiares y étnicos de quienes lideraron la independencia. Se observará que quienes triunfaron formaban parte de la élite colonial, descendientes directos de comerciantes españoles, terratenientes o incluso conquistadores, que ahora se levantaron contra la metrópoli para tener la absoluta exclusividad del poder y control de una tierras que habían sido conquistadas por ellos mismos o sus antepasados. Es decir, si ellos habían realizado toda la inversión y esfuerzo para ocupar esas tierras, ¿por qué razón debían mantener el vínculo con una monarquía que no se tomó la molestia de conocer o visitar las posesiones que tenían más allá del océano, y a quien además tenían que pagar tributos?

La peor pesadilla de la élite criolla fue siempre una rebelión indígena o popular que acabara con sus privilegios, razón por la que optaron por permanecer al lado de la monarquía española cuando se produjeron los levantamientos de Tupac Amaru II en el Virreinato del Perú a finales del siglo XVIII o Hidalgo y Morelos en el Virreinato de Nueva España a comienzos del siglo XIX. Las élites criollas fueron las primeras en reprimir y organizar ejércitos que acabaran con estos intentos de cambio de la estructura social.

Entre 1810 y 1815, según la zona, se produjo la inflexión criolla frente al poder colonial y la autodeterminación. Durante estos años, España se encontraba mayoritariamente ocupada por el ejército napoleónico y los Borbones estaban presos en Bayona. Esta coyuntura fue entendida por los criollos como el mejor momento para acaparar con todo el poder político y económico real, pues para esas fechas, las rebeliones indígenas y populares que reivindicaban la independencia y especialmente acabar con los privilegios de la élite, ya habían sido aplastadas o estaban a punto de serlo.

Los criollos habían aprendido la lección de intentos pasados de independencia. Por ejemplo, la primera de ellas fue realizada a mediados del siglo XVI por un puñado de conquistadores dirigidos por el vasco Lope de Aguirre. Después de una larga expedición por la región del Amazonas, Aguirre desafió al Rey Felipe II y se auto declaró Príncipe del Perú, Chile y la Tierra Firme. Durante meses logró poner en jaque al poder real. Finalmente Aguirre fue capturado, ejecutado y descuartizado. Partes de su cuerpo fueron repartidas entre distintas poblaciones de la actual Venezuela. Después de semejante experiencia, era evidente que antes de lanzarse nuevamente a declarar la independencia, necesitaban contar con que el Rey de España no mantuviera las condiciones ni las posibilidades de repetir la misma historia. Y la primera oportunidad se produjo cuando la familia real borbónica permanecía presa en Francia. ¡Ya no había peligro de ser descuartizado!

La conmemoración del primer Centenario en 1910 en Latinoamérica vino acompañada de innumerables actos patrióticos, construcción de obras públicas, elogios a los padres y fundaciones de las naciones, entre miles de actividades, tal como acontece este mismo año con el Bicentenario. Sin embargo, el proletariado, sumido en condiciones de pobreza extrema y vejados de todos derechos fundamentales, se preguntaron sobre el valor político y económico de la independencia de España. ¿Realmente había mejorado la situación de esos territorios? ¿Para quiénes? ¿Y en qué? Luis Emilio Recabarren, en septiembre de 1910 emitió un largo discurso titulado “Ricos y Pobres” donde denunciaba que la independencia únicamente había sido significante para las élites criollas, al ser ellos los únicos que habían logrado arrebatar los privilegios de los peninsulares españoles para administrarlos por sí mismos. Para ello, además, utilizaron las masas populares con el objetivo de constituir ejércitos que derrotaran al poder colonial. Pero una vez ganada la contienda, poco o nada, se hizo para entregar libertad y mejoras a quienes habían luchado por ellos. ¿Se repite la misma situación hoy día? Se diría que sí.

Recabarren, entre otras afirmaciones, destacó lo siguiente:
“¡Celebrar la emancipación política del pueblo! Yo considero un sarcasmo esta expresión. Es quizás una burla irónica. Es algo así como cuando nuestros burguesitos exclaman: ¡El soberano pueblo… ! cuando ven a hombres que visten andrajos, poncho y chupalla. Que se celebre la emancipación política de la clase capitalista, que disfruta de las riquezas nacionales, todo eso está muy puesto en razón.

Nosotros, que desde hace tiempo ya estamos convencidos que nada tenemos que ver con esta fecha que se llama el aniversario de la independencia nacional, creemos necesario indicar al pueblo el verdadero significado de esta fecha, que en nuestro concepto sólo tienen razón de conmemorarla los burgueses, porque ellos, sublevados en 1810 contra la corona de España, conquistaron esta patria para gozarla ellos y para aprovecharse de todas las ventajas que la independencia les proporcionaba; pero el pueblo, la clase trabajadora, que siempre ha vivido en la miseria, nada, pero absolutamente nada gana ni ha ganado con la independencia de este suelo de la dominación española. Tal es así que los llamados padres de la patria, aquellos cuyos nombres la burguesía pretende inmortalizar, aquellos que en los campos de batalla dirigieron al pueblo-soldado para pelear y desalojar al español de esta tierra, una vez terminada la guerra y consolidada la independencia, ni siquiera pensaron en dar al proletariado la misma libertad que ese proletariado conquistaba para los burgueses reservándose para sí la misma esclavitud en que vivía…”

Si se revisan las consignas que levantaron los dirigentes independentistas latinoamericanos, con las cuales se logró convocar enormes masas populares entre los sectores mestizos, vemos que la mayor parte de las mismas siguen pendientes. Dichas demandas consisten en: el respeto de los derechos humanos, el poner fin a todas las formas de discriminación (sexual, religiosa, de origen, de ideología…); la unión de todos los pueblos latinoamericanos con plena participación ciudadana; el acceso gratuito a atención médica, educación, cultura y recreación para todos; la reforma y humanización del sistema penal y carcelario; y las relaciones internacionales en igualdad, respeto y soberanía, entre muchas otras cosas.

Entonces, ¿no han sido suficiente doscientos años? ¿Se lograrán para el Tricentenario? Sin antes acabar con la manipulación mediática ni las estrategias políticas de los distintos gobiernos, esta situación podrá permanecer en la región por los siglos de los siglos, amén.
Doscientas sílabas alusivas

Por: Oscar García

Suenan las campanas de libertad
Van dando pasos con nuestra historia
Vibran los tímpanos con el tambor
¡Y afuera huele a carne
de cañón!

Los esclavos sueñan firmamentos
Rayados por el blanco látigo
Y las barbas escriben proclamas
Repartiéndose tierras y cargos

¡De países libres, soberanos
Cuadriculado está el continente!

Ahora icemos nuestra bandera
Mientras cantamos el nuevo himno
En la mesa del caudillo vino
Y todo el trigo para el dictador

Hay tierras que cercenar, cuchillo
Mares enrojecidos que beber
Degollando indios en libertad
Y mercando negros sin cadenas

Doscientos años para celebrar:
Yo levanto mi copa
vacía!