EL FASCISMO
¿Una ideología postliberal?
¿Una ideología postliberal?
Por: Elsa Eriksson Anell & Fernando Camacho Padilla
La memoria del ser humano es corta y más para quienes no conocen la historia. Desde la década de los noventa hemos visto cómo partidos ultranacionalistas basados en valores patrióticos han ido cobrando un mayor protagonismo. Si bien su crecimiento ha ido fluctuando durante estas dos últimas décadas, su presencia es indiscutible e incluso han llegado a obtener resultados electorales no menores. Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo del año pasado confirman esta tendencia, al igual que la composición política de gobiernos de distintos países europeos. Aquellos países en los que todavía la extrema derecha no forma parte de la coalición gubernamental, al menos tienen presencia en el parlamento. Sobre ello, cabe destacar que son muy pocos los países europeos que no han visto crecer este tipo de partidos en los últimos años, y éstos son aquellos donde los partidos conservadores mantienen posiciones e individuos cercanos a experiencias fascistas pasadas, tal como ocurre en España y Portugal.
Si revisamos cualquier libro de historia del siglo XX, veremos cómo la crisis generada por el crack de la bolsa de Nueva York en 1929 tuvo entre sus consecuencias la aparición de numerosos partidos ultraconservadores basados en los valores patrióticos y de superioridad frente a otros pueblos o grupos humanos. Italia, Alemania, España, Portugal, son algunos países donde lograron imponerse estas ideas a partir de golpes de Estado, autogolpes o guerras civiles. En otros países no lograron llegar al poder, pero no estuvieron tan lejos.
Las causas de la crisis económica de 1929, la cual afectó al mundo entero durante la mayor parte de la década de 1930, tuvo su origen en la especulación financiera y en el descontrol estatal de los países hegemónicos del modelo capitalista en la estructura macro económica. La crisis económica iniciada en el 2008 y de la que no logramos todavía salir tiene, en su esencia, unos rasgos muy similares a la que nos afectó hace ochenta años.
Lo interesante es cómo una crisis de similares características puede resultar en el resurgimiento de partidos e ideologías prácticamente idénticas a las que aparecieron en aquel entonces. No hay mucho más que razonar. Evidentemente que la reaparición del fascismo no es algo nuevo de esta década, ya en los noventa tuvimos experiencias similares con la crisis que azotó Europa. Se trató de una primera advertencia de la situación con la que nos encontramos hoy día.
Las responsabilidades
Ahora la sociedad se pregunta cómo es posible que hayan reaparecido partidos con estas características típicamente fascistas y, además, que un porcentaje no menor de los ciudadanos voten por ellos.
La responsabilidad cae, evidentemente, en el modelo político y económico actual, así como en la ignorancia de quienes votan por ellos. Como es conocido, el consumismo necesario para el mantenimiento de la alta producción en el que se basa el sistema capitalista, tiene como su principal estrategia la ignorancia de las masas, la creencia que para ser feliz hay que poseer bienes materiales, y para poder comprarlos hay que trabajar y ganar dinero. Los pocos que saben que no es así y alzan su voz para denunciar las injusticias y desigualdades que genera el modelo capitalista, en el mejor de los casos son acusados públicamente de ser idealistas, y cuando logran un poco de atención social, directamente son atacados por ser una amenaza para la especie humana o incluso de patrocinar el terrorismo. Cuando después de comprar un auto, un televisor o ropa cara, vemos que no somos todavía lo suficientemente felices, entonces planificamos comprar otra cosa. Y así sucesivamente. Mantenemos nuestro tiempo ocupado, ya sea trabajando para ahorrar dinero, y el tiempo libre pensando en qué vamos a comprar o, directamente, comprando. Ir de compras se ha convertido, para muchos, en la principal diversión del fin de semana. Entre el trabajo, las compras y el uso de los bienes comprados (sumados a toda la oferta de entretenimiento ya existente no crítico como el deporte, las modas, los videojuegos, o cualquier medio sin contenido ideológico alternativo), no hay tiempo para la reflexión ni la meditación de nuestros propios actos ni estilo de vida. Menos todavía para un análisis mayor del modelo.
Entonces, cuando el poder adquisitivo empieza a disminuir fruto de una economía mal gestionada por estar en las manos de empresarios depredadores y políticos sin escrúpulos, no hay mejor grupo para culpabilizar que los débiles de siempre, aquellos que no tienen fuerza alguna, ni militar ni política, y ni siquiera conocen los mecanismos (quizás porque no los hay) de defenderse: los inmigrantes. Son ellos los vampiros que chupan los recursos económicos del Estado, quienes no respetan la moral ni los valores del país al que llegan, son ellos los causantes de la degeneración nacional.
Este discurso viene como anillo al dedo al modelo imperante puesto que no se ataca a los responsables directos de las injusticias sociales, el mal reparto de la riqueza, la mayor ignorancia de la sociedad, entre muchos otros males, que en realidad serían los mismísimos gobiernos liberales. Estos gobiernos y los respectivos partidos que los componen aprovechan el discurso fascista para evitar una crítica y movilización popular que los sacara del poder y crearan un modelo más acorde con las necesidades reales del ser humano.
El discurso de libertad del individuo frente a los derechos y organizaciones colectivas no es más que una estrategia para aumentar el consumo y desarticular la sociedad para evitar cualquier intento de cambio.
La razón por la cual los partidos liberales no atacan directamente a los inmigrantes de los males del país, se debe en primer lugar a que no es “políticamente correcto”, y en segundo lugar, a que los dirigentes de estos gobiernos, así como el empresariado, son totalmente conscientes de que los inmigrantes son muy necesarios para mantener altos índices de consumo, mano de obra barata, y además generan altos recursos para el Estado dado que pagan impuestos y no se ha gastado dinero en ellos (los inmigrantes llegan como adultos al país y directamente se integran al mercado laboral y, por lo tanto, no consumen los recursos de formación educativa ni tampoco de salud o vejez). Es por ello que los partidos ultraconservadores ocupan con su retórica racista el nuevo espacio abierto por los gobiernos liberales al malestar generado por la crisis económica y los respectivos efectos sociales que ocasiona. Dicho vacío ideológico dentro del sistema partidario tradicional es manipulado por el fascismo con un discurso sencillo, emotivo y agresivo, con unos análisis y reflexiones, además de soluciones, fuera de lo común. Eso explica su éxito, y es más, si consideramos la ignorancia, así como las enormes injusticias y desigualdades que genera el modelo capitalista, es extraño que los partidos ultraconservadores no tengan todavía más adeptos.
En definitiva, todo está perfectamente calculado. Los gobiernos liberales permiten la existencia de grupos fascistas para que quienes estén descontentos con el modelo actual, voten por ellos y, además, para distraer al resto de la opinión pública (entre ellos sus propios votantes), declarando que estos partidos extremistas suponen la nueva amenaza para el país. En definitiva, los partidos liberales aceptan silenciosamente el discurso racista que acusa a los inmigrantes como los responsables de la crisis nacional, pero también distraen a la masa electoral con una campaña centrada en donde “la nueva amenaza” al sistema son los dirigentes políticos fascistas y sus votantes. De ese modo, no hay nadie más que sea responsable o culpable de la situación actual. Así, el modelo económico, el sistema que lo sostiene y los partidos gobernantes quedan a salvo de cualquier crítica y posible cambio.
El modelo de la ignorancia
El desconocimiento absoluto de la cultura, los valores y las tradiciones de otras regiones del mundo, es el principal pilar del éxito del fascismo, el cual se apoya en la información transmitida por los medios masivos de comunicación, generalmente sobre aspectos negativos o acontecimientos horribles que ocurren en otras regiones del planeta.
La mayor parte de la sociedad tiene miedo a lo desconocido, miedo a lo que pueda ocurrir en el futuro, miedo a quien pueda llegar y lo que pueda traer. Los inmigrantes son, por lo tanto, esa amenaza. Los medios y los partidos fascistas los tratan, a priori, como criminales por el simple hecho de no contar con una autorización de entrada al país. No es necesario dar más explicaciones. Son criminales, y como tales, van a cometer crímenes en el país al que llegan. Hay que protegerse de ellos.
Los seguidores de los partidos fascistas no leen, no viajan, no se interesan por otras culturas y ni siquiera por entender su propia historia. Son los actores pasivos, las víctimas de la ignorancia generada por el modelo liberal y la retórica fácil de los partidos fascistas. Ellos, a su vez, convertirán a los inmigrantes en sus propias víctimas.
Sin embargo, ¿Se puede decir que esa masa electoral que vota por estos partidos es realmente fascista? ¿Existe la posibilidad de cambiar su voto en futuras elecciones? De ser así, ¿cómo? Evidentemente que fascistas serán algunos de ellos de por vida pero con un cambio en las políticas educativas y en los mensajes sublimes de los medios, la mayor parte cambiaría de tendencia política.
Los actores activos son quienes lideran los partidos, creando teorías y discursos a partir de la retórica racista y patriótica. Son la “intelectualidad” del movimiento. ¿Puede ser una persona intelectual racista? Si incluimos inteligencia con intelectualidad, evidentemente sería imposible. Entonces, ¿Son las cabezas, los ideólogos, los actores activos del fascismo realmente fascistas? Se podría establecer que simplemente son individuos que se percatan del vacío ideológico y del malestar social, el cual está ansioso de soluciones rápidas a sus problemas, que ven en ellos la oportunidad de adquirir poder y protagonismo en la vida política del país. ¿Con cuál objetivo? Los mismos que promueven el liberalismo, una mejor vida material y un sustento económico. La ideología y los valores que promueven son simplemente el medio de conseguirlo.
El liberalismo acaba con los derechos de los trabajadores, promueve el egoísmo y el individualismo, vuelve ignorante a las masas y forma a su propia élite, comete todo tipo de abusos y somete a una explotación infinita a millones de trabajadores del mundo. El fascismo es racista y el único peligro que supone al liberalismo, frente a todas las ventajas descritas anteriormente, es que de llegar al poder aniquilaría literalmente a las masas de trabajadores (inmigrantes para empezar) que sostienen el modelo liberal. Por ello, el fascismo es una ideología que es necesaria para que el liberalismo pueda mantener el modelo vigente, siempre y cuando no logre alcanzar el poder. Consecuentemente, ¿Dónde está la responsabilidad? ¿Qué valores comparten? ¿Realmente hay una gran diferencia entre sus valores éticos y morales?
En el caso de un aumento considerable del fascismo, los gobiernos liberales intentarán nuevamente mejorar las condiciones económicas de las masas votantes para que su poder adquisitivo y su consumismo esté al nivel que desean, y evitar así un cuestionamiento de su modelo, aunque sea necesario hacerlo a partir un reparto más equitativo de la riqueza. Sólo de esa manera recortarán votos al fascismo hasta que sus experimentos monetaristas vuelvan a generar una nueva crisis. Entonces, cabe preguntarse ¿Cuándo llegará la próxima? ¿Qué efectos políticos tendrá? ¿Logrará reemplazar el fascismo al liberalismo nuevamente tal como ocurrió en la década de los treinta en Alemania, España o Italia? Por si acaso, empecemos a organizarnos.