lunes, 12 de septiembre de 2011

-En un mundo donde no caben otros mundos-


Por: Mahuida Hormazábal


Si miramos hacia fuera, no hace falta tener una lupa para darnos cuenta que vivimos suspendidos sobre un torbellino de matices diferentes, que vivimos bajo un cielo complejo de pluralidad. A pesar de esta verdad, nos encontramos inmersos en una contradicción tremenda. La sociedad moderna se ensaña por medio de su estructura (instituciones, religión, familia), a enfrascarnos en espacios donde no existe lugar para la diferencia. Nos encasillan y nos enseñan a creer que debemos seguir una misma línea: El camino hacia el éxito fastuoso, éxito que hoy en día no es más que la alimentación del ego, del individualismo disparatado.

Y claro, si fijamos la vista en nuestra sociedad “moderna”, será inevitable empaparse de la cultura globalizada, será ineludible absorber este mecanismo que pulveriza aquellas ideas divergentes. Y como estamos apresados en una sociedad cuyo motor es el consumo, y que se reafirma en la cultura de mercado, se hace entonces más difícil capturar la verdadera esencia de las personas. Pues si la escala de valores se mide por la cantidad que consumimos y no por las capacidades que posee cada individuo, se deja fuera la posibilidad de generar espacios para cada miembro de nuestra sociedad. El espacio se va ganando dependiendo del poder adquisitivo de cada persona. A mayor status económico mayor posibilidad de alcanzar la aceptación social facilitándose así aun más la prosperidad y el reconocimiento social.

De tal modo, bajo el régimen de la uniformidad, se aniquila automáticamente -por nosotros mismos- las formas diferentes de ser o pensar. Nos cegamos y al enfrentarnos con personas que no encajan en este molde proporcionado por la sociedad como “lo normal” entonces inmediatamente son visualizados como una amenaza para el resto; se menosprecia, se discrimina, se estigmatiza.

Si hoy, un hombre homosexual debe explicar en reiteradas ocasiones que no usa tacones, que su pasión es el fútbol y más encima tenga que disculparse por ser “tan” varonil, nos damos cuenta que las estructuras sociales desenfocan completamente nuestra perspectiva. Tenemos un modelo mental que define incluso como debe ser un homosexual. Otro ejemplo de los esquemas mentales que nos limitan es el que define la familia: Si una persona tiene que fundamentar el porqué su familia no es disfuncional a pesar de no estar encabezada por una madre y un padre, y más encima cada tanto tener que explicar que una familia puede ser mono parental. O bien si subimos las cejas si son dos madres o dos padres quienes están a cargo de los hijos, es simplemente porque estamos otra vez frente a esta estrechez de mentalidad de la cual adolece/padece nuestra sociedad.

Es fundamental que enfrentemos nuestros prejuicios, de lo contario no podremos evolucionar como sociedad. Despojarse del orden preestablecido, romper con la esquemática y reventar esa burbuja gigante que envuelve nuestras ideas para permitir que penetren pensamientos nuevos en beneficio de la humanidad. Basta de aumentar la distancia entre el “ellos” y el “nosotros”. Debemos romper con aquella pobreza mental que margina a los inmigrantes, a los discapacitados, a los no heterosexuales, a los sin casa, a los sin país, a las minorías todas. Todos estos mundos deben formar parte de nuestro mundo.

jueves, 30 de junio de 2011

Reflexiones aireadas de vuelos y aeropuertos


Por: Fernando Camacho

Llegan las vacaciones y como borregos nos dirigimos apresuradamente a salir de la ciudad, como las ovejas cuando finalmente las sacan del establo. La estampida es asombrosa, pues las rutas de escape se colapsan y llegan a convertirse en verdaderos infiernos (tráfico, accidentes con heridos y muertos, retrasos, humillaciones, maltrato por parte del personal de las aerolíneas -especialmente cuando se vuela con IBERIA-, entre muchas otras penalidades). Cada año lo tengo más claro, las vacaciones las paso en mi ciudad, que está tranquila y hace buena temperatura. Tengo la suerte de que mi trabajo me permite hacer largas escapadas durante el año, cuando no es periodo vacacional.

Aun así, cada vez que me toca viajar en avión se me hace más presente el absurdo del sistema, los comportamientos humanos de masa y, especialmente las desigualdades sociales del modelo en que el vivimos que se reflejan en los aeropuertos. Y lo más sorprendente es la ausencia total de denuncias o críticas. Es decir, no se produce la más mínima problematización o cuestionamiento de esa realidad con la que nos encontramos cada vez que entramos en un aeropuerto y subimos a un avión. Es más, la gente se siente feliz de hacerlo.

Ahora vamos al grano. El transporte aéreo ha sido tradicionalmente un medio utilizado por las clases superiores para viajar, y toda la oferta turística a su alrededor se destinó para ellos. Ello vino acompañado con el deseo de consumir extravagantes y vistosos productos de lujo, comportamiento propio de esta clase social. Sin embargo, durante las últimas dos o tres décadas, el transporte aéreo también ha sido aprovechado por otros sectores sociales gracias, generalmente, al abaratamiento de las tarifas y el aumento de la oferta turística. De ese modo, actualmente el grupo de los pasajeros incluye un variado espectro de clases sociales, donde la clase baja, no obstante, no suele estar presente, y menos en los vuelos intercontinentales (nunca he visto alguna persona mendigando dentro de un avión, pero sí en buses y alguna que otra vez en trenes).

Un detalle que no podemos pasar por alto es la oferta comercial de los locales de los aeropuertos y los productos de venta en los mismos aviones, los cuales son de lujo o con unos precios considerablemente mayores a los que encontramos fuera de estos lugares (no pocas personas emplean la palabra “robo” cuando ven esos precios, pero nadie lo denuncia públicamente, y menos a gritos). Los restaurantes, cafeterías, boutiques o tiendas de cualquier tipo, no están al alcance real de una gran parte de los viajeros, inclusive aunque sean de clase media. Si se deciden consumir en estos locales, por la mayoría de las mentes pasa la idea de que se trata de algo excepcional, como el resto del viaje, como subirse al avión y como casi todos los gastos o compras que se realizarán durante este periodo. Después de esas vacaciones, si los viajeros no disponían de ahorros, tardarán varios meses en recuperarse económicamente. Claro, siempre se puede pedir un nuevo crédito.

La máxima expresión capitalista que reflejan los aeropuertos son las salas vip o lounge reservadas exclusivamente para quienes tienen un capital tan alto que pueden costearlas. Esos nombres siempre los he encontrado vomitivos, pero bueno. En ellas, hay espacios tranquilos y también de entretención. Igualmente se accede a un servicio especial de bebida, comidas, uso de internet, baño e incluso masajes. Realmente te hacen sentir como un sultán, no por quien eres, sino por el capital que tienes. En otras palabras, son un premio para quienes han generado un gran capital. En realidad, esas salas que las llaman “lounge” son el premio que concede el modelo capitalista a sus líderes y emprendedores. En ocasiones, ni siquiera se tiene que desembolsar una sola moneda en ellas, es decir, se puede beneficiar de su servicio a partir de su ingenio empresarial basado en la mega producción e híper consumo, pues bancos y empresas conceden tarjetas a sus empleados o clientes para que puedan acceder gratuitamente a ellas. Sin embargo, los niños, ancianos, mujeres embarazadas, enfermos o discapacitados, no tienen acceso a ellos, a no ser que pertenezcan a ese grupo de capital. Es decir, si una persona en silla de ruedas puede entrar y disfrutar de unas condiciones más cómodas, no será por su incapacidad sino por el tamaño de su bolsillo.

La panorámica profesional de los usuarios de esas salas casualmente recorre una serie de oficios poco deseables. Si bien se encuentran individuos que habrán logrado sus fortunas honestamente, una buena parte serán explotadores, banqueros corruptos, promotores, especuladores, traficantes de todo tipo (personas, drogas o armas), o señores de la guerra. A todos ellos, los honestos y los deshonestos, les une el primer mandamiento de la religión monetarista: “amarás al capital sobre todas las cosas”.

Al dejar la sala vip nos subimos al avión, donde la situación todavía empeora más. La mayor parte de los aviones tienen su entrada por la zona donde se encuentran los asientos de primera clase, un detalle que siempre me ha llamado la atención. Ahí podemos ver las distintas comodidades que se ofrecen a quienes pueden pagarlas. Una vez sentados en los asientos de la clase turista, en los distintos folletos o revistas de la aerolínea, podemos leer todavía con más detalle, en qué consiste ese lujo que se entrega a los que “van delante”. Así, pareciera que los que van “detrás”, no tienen más derecho que poder leer los privilegios de los que se sientan adelante. Valga la redundancia, porque, además, todo el viaje es una ceremonia y ritual de devoción al consumo y al estilo de vida de los ricos. Jamás se mira para atrás, ni se presenta una realidad que no sea de lujo.

Una vez que nos hemos acomodado, el siguiente paso es la lectura. Para ello nos ofrecen las revistas publicadas por las mismas aerolíneas que se encuentran en cada bolsillo del asiento delantero. En sus páginas podemos encontrar una gran variedad de temas, generalmente relacionados al turismo y también con el sector empresarial. Siempre me ha llamado especialmente la atención cómo los artículos sobre destinos turísticos suelen ser lo más superficial que se puede encontrar en el planeta, meras descripciones geográficas donde se destacan superficialmente algunos personajes históricos o del mundo de la cultura, y con suerte también algo de gastronomía. Ni una sola mención a la realidad social, económica, medioambiental o política del país. Y menos todavía a los causantes de sus problemas. Se puede leer un artículo de Vietnam o Eritrea –simplemente por citar unos ejemplos- sin una sola mención al sistema político, los desfavorecidos del sistema o las violaciones a los derechos humanos.

Ocasionalmente, las mismas revistas incluyen algunas columnas con noticias relacionadas con el arte y la cultura, cuyos máximos representantes, curiosamente, son críticos con el modelo y el estilo de vida que intentan vender las mismas revistas. Vemos cómo se presenta el producto final del artista o escritor, su obra, su creación, pero poco espacio se dedica a su pensamiento.

La misma publicación presenta una publicidad exagerada de hoteles, coche y otros productos de híper lujo que nos lleva a reflexionar de su necesidad para lograr la felicidad y también la contaminación que generan al medio ambiente, no sólo durante su producción, sino también durante su mantenimiento. Los niveles de contaminación y residuos que genera un gran hotel son alucinantes, lo mismo que un potente auto de lujo. Ni merece la pena mencionar las decenas de fotografías de estas publicaciones en donde se instrumentaliza a la mujer para fomentar el consumismo.

Estos productos se presentan, además, como parte de los beneficios de entrar –y ganar, en el juego capitalista. El todopoderoso millonario recibe todo por el simple hecho de tener capital. Como decíamos antes, no se cuestiona lo más mínimo sobre cómo ha generado ese capital, ni tampoco si esa persona ha contribuido lo más mínimo por ayudar a la humanidad o al medio ambiente (muy posiblemente será todo lo contrario). Tampoco se presenta en la revista la alternativa de direccionar esos recursos económicos en ayudar a su propia especie, especialmente a los más desfavorecidos, en lugar de malgastarla en cuestiones banales.

Quienes trabajan por el bien de la humanidad y el medio ambiente, generalmente conocen o son conscientes de las personas -y sus nombres y apellidos- que generan la mayor parte de las desigualdades y abusos. Por ello, el sistema se preocupa de que no reciban un salario demasiado elevado, para que de ese modo, no sean profesiones muy codiciadas por la mayoría de los individuos. Es decir, aquellos que pertenecen a este grupo, simplemente no puede acceder a los bienes o comodidades creadas únicamente para la élite. Curiosamente los “dueños del sistema” desconocen que las personas con un mínimo de moral y entereza, no tienen el más interés de hacer uso de esta oferta. La simple razón está en que los principios morales por los que se rigen no se lo permiten.

Después de estas observaciones, ¿no será posible que los aeropuertos permitan la instalación de negocios cuyos productos sean equivalentes a la oferta que se puede encontrar en las mismas ciudades? ¿Encontraremos alguna vez un kiosco de kebab? ¿No podrán habilitarse espacios mayores con buenas comodidades para todos los pasajeros, especialmente para los ancianos, niños, enfermos, mujeres embarazadas y discapacitados? ¿Podrán los aviones tener espacios y categorías menos marcadas? ¿Podrán las revistas de las aerolíneas incluir información más actual y real de los distintos destinos turísticos? ¿Será tan complicado destinar los espacios publicitarios a organizaciones, organismos o instituciones que trabajan por el desarrollo sostenible, la humanidad y el medio ambiente de manera real y no en publicitar bienes de híper lujo? ¿Se terminará de instrumentar a los seres humanos, especialmente las mujeres, para fomentar el consumismo? Y por último, ¿podrán mejorar la oferta cinematográfica de los vuelos con películas que no sean un insulto para el intelecto humano, y contribuyan a un aprendizaje real de los problemas y las necesidades de la especie? Seguro que tarde o temprano lo vamos a ver.

sábado, 14 de mayo de 2011

Por: Rayen Hormazábal

La sociedad de consumo existe como un resultado del consumo masivo de bienes y servicios, el cual es posible por la masificación de la producción. La producción masiva se agudizó a mediados del siglo XX llevando a la inmensa mayoría de los habitantes del planeta a vivir en una nueva etapa de la industrialización. La economía mundial actual capitalista se alimenta de este sistema de producción para subsistir. Por lo mismo podemos deducir que el papel de las masas consumidoras, es decir, nosotros los seres humanos con poder adquisitivo, es fundamental. Al consumir (masivamente) estamos avalando y reforzando este tipo de sociedad y a su vez el sistema económico en el cual estamos insertos.

Hoy en día, existen diferentes formas de consumo. La clase alta, tiene obviamente un poder adquisitivo mayor, gracias al cual tiene acceso a productos exclusivos, suntuarios, innecesarios. Por ejemplo, ¿Para qué quiere la princesa Victoria un anillo de 100.000 euros en su dedo? Pero no debemos olvidar que la clase trabajadora mundial, a pesar de no contar con el mismo poder adquisitivo que la futura reina sueca, también consume en forma masiva. Los llamados créditos de consumo ofrecidos por los bancos se vuelven cada vez más populares. No importa endeudarse para comprar un Iphone o un plasma. ¡Compre ahora y pague mañana! Parece ser la ley, que para muchos se convierte en una forma de vida, comprando con plata que no tienen, viajando con dinero que esperan recibir en el futuro y de esta forma revientan sus tarjetas de créditos e hipotecan su vida.

El consumo es una forma de mostrar que tienes, que eres. En las palabras de Eduardo Galeano Dime cuánto consumes y te diré cuanto vales. No queremos pasar desapercibidos, si no mostrarnos ante los demás como ganadores, alimentar el ego y sentir superioridad fomentando así el egoísmo. Lamentablemente la producción masiva está destruyendo el planeta y está destruyendo el medio ambiente. En este proceso también se están destruyendo las vidas de quienes están en la base de la pirámide de la economía, tan abajo que no alcanzamos a verlas. En muchos países pobres la esperanza de vida no sobrepasa los 50 años. Allí la gente entrega su existencia a cambio de casi nada. ¿Cuánto habrá recibido el minero que trabajó extrayendo los diamantes de 3 kilates que adornan el anillo de la princesa Victoria? Mientras tanto los pobres de países ricos se pasan la vida comprando y botando, despilfarrando así, como nunca en la historia de la humanidad los recursos que nos deberían pertenecer a todos.

Además de destruir el medio ambiente, destruir personas, el consumismo destruye también culturas. Y en este punto me estoy refiriendo a la identidad que pierde un grupo humano cualquiera con la entrada de esta nueva cultura desechable; música basura que suena en la radio por menos de un verano, comida de plástico que nos llena la tripa por media hora, programas de televisión a lo largo de todo el planeta que siguen una misma pauta; ¡CONSUMO!. Como si de pronto esta fuera nuestra nueva obligación. El único deber que tenemos como seres humanos. Consumir sueños, patrones de vida, formas de vestir, de hablar, de comportarse, aniquilando toda expresión que salga de esta norma.

Pero existimos algunos que queremos quedar fuera de esta avalancha y para eso no solo hace falta que seamos conscientes del mundo en que vivimos, sino también debemos evitar el consumo innecesario. Volver al trueque, comprar de segunda mano, apagar la tele, cocinar sano dejando de lado la comida basura y volver a las recetas de la abuela. En definitiva encontrarnos con la raíz humana, siendo lo que somos y no lo que tenemos, compartiendo lo que pensamos y no viviendo solo para nosotros mismos.

domingo, 10 de abril de 2011

* (En esta misma página, justo abajo, tienes una versión en español de este artículo)

Enligt wikipedia är ordet Utopi , "ett tänkt idealsamhälle, som kan ta många former. Det finns till exempel ekonomiska utopier, religiösa utopier, ekologiska utopier, politiska utopier” och så vidare i all oändlighet. Wikepedia fortsätter att förklara en massa nosens kring ordet utopi och min hjärna börjar leva sitt eget liv där en massa ord far huller om buller. Genom bruset av ord lyckas jag höra Salvador Allendes lugna stämma. Rösten som jag minns från min barndom, som sa att "Ni skall veta att förr eller senare, troligen förr, kommer breda avenyer att öppna sig på nytt, där den nya människan kommer att gå framåt för att bygga ett bättre samhälle".

När man som jag har växt upp med Allendes tal och i tidig ålder lärt sig att när familjen äter middag så är det till tonerna av Quillapayun som sjunger att ”ett enat folk kan aldrig bli besegrat”, kan det tyckas konstigt att jag då och då får god lust att kasta in handduken. Säga tack för mig nu är det jag som äter det blå pillret och börjar se klassklyftor som en del av det naturliga i vårt samhälle, att den utopi som jag har fått med modersmjölken, den om det klasslösa samhället, kan dra dit pepparn växer och stanna där för evigt.

När conchasumadre demokraterna kom in i riksdagen och Alliansen återigen, fick det svenska folkets förtroende att riva ner vårt välfärdssamhälle i fyra år till, hamnade jag i en rejäl svacka. Jag tänkte, era jävlar ni förtjänar inte bättre, det är rätt åt er att vi mer och mer går mot en Chicago-boys (läs fanatisk marknadsliberals) våta dröm eller snart genomförda utopi. Och som om det inte vore nog har ni även valt att rösta in ett parti som definierar svenskheten till hur mycket man gestikulerar med händerna när man pratar.

Jag satt där i soffan och såg på resultaten arg som ett bi och sa högt -Nu kastar jag in handduken nu slutar jag bry mig. Nu skall jag fan svälja inte bara ett blått piller utan två! Men precis när jag uttalat detta börjar min hjärna mata mig med bilder på martyrerna i Chicago 1886, som massakrerades för att demonstrerat för rätten till 8 timmars arbetsdag. På Stokely Carmichael, på Angela Davis, på Camillo Torres, men framför allt så envisades hjärnan med att skicka minnen från det att jag var liten och familjen samlades runt middagsbordet. Då mamma och mina syskon talade om FMLN i el Salvador, om Tupamaros i Uruguay och historien om min far. Mannen som inte bara hade en utopi utan verkligen försökte förverkliga den trots att han hade hela den repressiva chilenska diktaturapparaten mot sig och var så att säga i ganska stort underläge. Han som av la DINA ansågs vara ett så pass stort hot att de eliminerade honom i ett bakhåll. Det är då det slår mig att med de generna är det omöjligt att kasta in handduken, det bara går inte. Jag kommer alltid att välja det röda pillret trots att detta kommer att innebära att se samhället i all sin fulhet och att det nog skulle vara bekvämare att kasta sig i avgrunden av förljugenhet och omedvetenhet om det som händer runt om kring oss.

Det går även upp för mig att detta är det främsta skället till varför jag går upp tidigt på 1 maj varje år för att närvara vi hyllningen av de spanienfrivilliga och sjunga internationalen. När jag står där med näven i luften och mumlar brukar jag fnissa inombords åt min klyschighet och åt minnet av att jag som tioåring drömde om att bli ihop med en spanienfrivillig när jag blev stor. Ända tills jag kom på att åldersskillnaden var i kategorin - du skulle kunna vara min morfar eller till och med min mammas morfar. Jag verkar behöva denna rit för det är då jag förnyar mi compromiso, om att en annan värld är möjlig. Att jag verkligen inte bara skall tro utan aktivt kämpa för ” un mundo donde quepan muchos mundos”. I år skall jag även högtidligt lova att detta inte är året jag kastar in handduken och tar det blå pillret. Utan fortsätta att tro på det Allende sa - att förr eller senare - troligen förr - kommer breda avenyer att öppna sig på nytt, där den nya människan kommer att gå framåt för att bygga ett bättre samhälle.

El Kabezanegra

Según Wikipedia una Utopía es “Una sociedad ideal que se puede designar de diferentes formas. Existen por ejemplo las utopías económicas, las utopías religiosas, las ecológicas y las utopías políticas”. El texto del computador comienza a latear mi cerebro y empieza a tomar vida propia. La palabra utopía rebota como pelota de ping pon en mi cráneo. Entre la avalancha de palabras e imágenes logro distinguir la voz serena del Compañero Presidente, quien me ha seguido desde la tierna infancia y durante muchas etapas de la vida: “Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.

Cuando uno como yo ha crecido con el discurso de Allende desde temprana edad -junto con el Venceremos de Quilapayún como música de fondo en cada cena familiar-, puede parecer extraño sentir en ciertas ocasiones unas incontrolables ganas de mandar todo a la mierda. Filo con todo, me tomo la píldora azul y comienzo a ver las diferencias de clase como la wueá más normal de esta sociedad, y esa utopía que mi madre me dio con la leche materna, la de la igualdad de clases, bueno justo esa, mandarla a la punta del cerro y que se quede clavada allí para siempre.

Cuando los demócratas conchesumadre entraron al parlamento sueco y los derechistas de la alianza nuevamente recibieron la confianza del pueblo sueco de seguir desbaratando nuestra sociedad del bienestar por cuatro años más, caí en una depresión y pensé: wueones, se merecen esto, se merecen que estemos a punto de vivir en la fantasía idílica de un chicagoboy o mejor dicho la utopía de estos wueones hecha realidad. Ya más encima ahora tenemos un grupo de idiotas racistas en el parlamento que no saben dónde están parados.

Ahí sentada en el sillón con la mierda hirviendo en voz alta dije – Ahora sí, ahora sí que mando todo a la cresta, desde hoy no estoy ni ahí. Me voy a tomar no solo una sino dos píldoras azules. Y me importa un bledo si se me atragantan en la garganta. Pero al pronunciar estas palabras en voz alta algo sumamente extraño sucedió. Mi cabeza comenzó a bombardearme con imágenes de los mártires de Chicago de 1886, quienes fueron masacrados por manifestar por el derecho a una jornada laboral de ocho horas. Por mi mente pasaron las caras de Stokely Carmichael, de la Angela Davis y Camilo Torres.

Pero más que nada mi cerebro no cesaba de mandarme recuerdos de cuando yo era niña y estábamos sentados alrededor de la mesa. Al ritmo del “Venceremos”, mi vieja y mis hermanos hablaban sobre el FMLN en El Salvador, los Tupamaros en Uruguay y la historia de mi padre. El hombre quien no solo tuvo una utopía sino que con todos los medios necesarios trató de realizarla. Y esto a pesar de que tenía todo el aparato represivo de la dictadura chilena contra sí. Una desventaja mucho más grande que la de David contra Goliat. Pero aun así, o mejor dicho por esta razón, la DINA lo consideró un riesgo peligroso y fue ejecutado por agentes de dicha organización en un falso enfrentamiento en 1976. Es en este instante cuando recuerdo el asesinato de mi viejo, cuando entiendo que con estos genes es imposible mandar todo a la mierda. No puedo, no sólo por la sangre que llevo en mis venas sino por el legado y el compromiso que él y muchos antes que él nos dejaron. Comprendo que siempre voy a elegir la píldora roja aunque esto signifique ver toda la ridiculez de esta sociedad.

También queda claro que esta es la razón principal por la cual me levanto temprano cada 1 de mayo para asistir al recordatorio de los brigadistas internacionales en España y cantar la Internacional. Cuando estoy ahí con el puño en el aire, acostumbro sonreír cuando pienso en un anhelo que tenía cuando era chica, cuando soñaba con ser novia de un brigadista republicano. Hasta que me di cuenta de que la diferencia de edad sería tan grande que el supuesto novio podría ser mi abuelo o incluso abuelo de mi madre. Pero necesito este rito porque es mi forma de renovar mi compromiso, mi compromiso de seguir creyendo que otro mundo es posible. Y más que nada que no basta con creer sino que hay que luchar por "un mundo donde quepan muchos mundos". Este año también haré la solemne promesa de que este no será el año en que mande todo a la cresta y me tome la píldora azul. Por el contrario, seguiré creyendo en las palabras del Compañero Presidente - que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.

sábado, 5 de marzo de 2011

CUANDO LOS FIERROS HABLARON EN CENTROAMÉRICA

Por Oscar García

Para hablar del nacimiento de las guerrillas centroamericanas es necesario remontarse a los años treinta del siglo pasado. El poder estaba ya en las blancas manos de un reducido grupo de familias que por medios de ninguna manera justos se había apropiado de los recursos de los países del istmo. Tanto la conquista de América como las guerras de independencia eran ya cosa de aburridos libros de historia, pero el resultado de tanta epopeya y muerte era palpable: una sociedad dividida entre un grupo de terratenientes y sus amigos, por un lado, y el resto de la población, por el otro. En Guatemala estaba en el trono el dictador Jorge Ubico. En Nicaragua había una fuerza de ocupación de los Estados Unidos, pero un general liberal llamado Augusto César Sandino se había sublevado, formando lo que puede considerarse la primera guerrilla de la región. Cuando los marines se fueron, sin haber podido vencer al escurridizo ejército de Sandino, formaron la Guardia Nacional y pusieron como jefe al general Anastasio Somoza. Pero este lacayo no se conformó con eso, sino que derrocó al presidente del país y se afianzó en el poder, dando comienzo así a una dinastía que incluyó a tres Somoza.

En El Salvador, el dictador Maximiliano Hernández Martínez adquirió celebridad al parar una insurrección campesino-comunista y de paso ordenar la matanza de 30 000 indígenas. En conclusión, en los tres países mencionados reinaban dictaduras militares, en alianza con las ostentosas oligarquías locales. No obstante, el dictador Ubico cayó un día, gracias a la contundente presión popular y, aunque usted no lo crea, la pequeña Guatemala tuvo a continuación dos gobiernos revolucionarios que trataron de devolverle al pueblo lo que se le había robado. Naturalmente, Estados Unidos no vio con buenos ojos que este país impulsara una reforma agraria e intentara recuperar los inmensos territorios que compañías como la United Fruit Company tenían en su poder. Ni lerdo ni perezoso, el gobierno norteamericano ―y esto lo sabe todo el mundo―, organizó y financió el derrocamiento del gobierno legítimo del presidente Jacobo Árbenz. Los aviones de la CIA bombardearon la Ciudad de Guatemala, mientras los políticos de la Casa Blanca convencían a otras naciones de que era necesario detener “la amenaza roja”. Fue así que en 1954 lograron restablecer la dictadura militar en Guatemala. Sin embargo, hubo valientes, tanto civiles como militares, que llegaron a la conclusión de que era hora de luchar. Es ahí donde nace la guerrilla de Guatemala.

La primera acción armada salió de un grupo de ex militares que, en 1960, descontentos por la situación del país y porque en su patria se estaban preparando los contrarrevolucionarios cubanos para la invasión de Bahía de Cochinos, desertaron del ejército y formaron la primera organización político-militar del país: el Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre (M-13). Al mismo tiempo, el partido comunista, denominado Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), había aceptado la vía armada como medio para llegar a la toma del poder, ya que la otra opción que tenían era dejarse matar o vivir para siempre en el exilio. Los nicaragüenses no se habían quedado atrás, pues desde el comienzo de la dictadura somocista había habido intentos de insurrección. Finalmente, en 1961, Carlos Fonseca Amador y otros dos estudiantes universitarios, inspirados por la Revolución cubana y el ejemplo de Sandino, formaron el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Por su parte, las guerrillas salvadoreñas nacieron a comienzos de los años setenta, cuando el secretario general del Partido Comunista Salvadoreño (PCS), el panadero Salvador Cayetano Carpio, al ver que en el Partido no pasaba nada radical, renunció a su cargo, adoptó el seudónimo “Marcial” y fundó las Fuerzas Populares de Liberación (FPL). Luego nacieron tres organizaciones guerrilleras más, que en 1980 se unieron y, junto con el Partido Comunista, fundaron el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Para entonces, en Guatemala unas organizaciones guerrilleras habían sido diezmadas y otras aniquiladas por el ejército gubernamental. Pero inmediatamente habían nacido otras, que finalmente, en 1982, formaron la alianza estratégica Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).

Cabe agregar que también en Honduras hubo varias organizaciones guerrilleras, pero no llegaron a desarrollarse al grado de convertirse en verdaderos ejércitos, como sucedió en los tres países vecinos. Y también es bueno decir, para que nuestra historia no se vuelva romántica, que todas estas organizaciones guerrilleras obtuvieron su mayoría de edad con sangre y fuego, puesto que un guerrillero que no dispara no es guerrillero. Los sandinistas llevaron a cabo varias acciones espectaculares, como la toma del Palacio Nacional del Congreso. Como sabemos, la Revolución sandinista triunfó en 1979 y cambió de esta forma la historia de Latinoamérica, pero su proyecto de reconstrucción nacional fue saboteado desde el comienzo por los Estados Unidos y su ejército de mercenarios conocido como “la Contra”. En 1990 hubo elecciones, y la gente, cansada de la guerra y el bloqueo, optó votar por la oposición. De igual forma, los norteamericanos hicieron todo para vencer a los guerrilleros salvadoreños y guatemaltecos, enviando dinero, armas y asesores a sus aliados en Centroamérica. Pero nunca lo lograron. Lo que sí hicieron los ejércitos gubernamentales, financiados por los millones de dólares que llegaban del norte, fue innumerables masacres contra la población civil, para tratar de dejar a los guerrilleros sin el apoyo popular, una estrategia que cínicamente se denominó “el pez fuera del agua”. En 1989, tras una memorable ofensiva en la capital y en todo el país, el FMLN obligó al gobierno salvadoreño a sentarse a la mesa de negociaciones. Para entonces, ya había varias “zonas liberadas”, es decir, regiones enteras bajo dominio de la guerrilla. A comienzos de los años noventa se firmó finalmente una paz negociada, tanto en El Salvador como en Guatemala, pues gobiernos y guerrilleros habían llegado a la conclusión de que no podían vencer al adversario. Se callaron los fusiles y se pasó a un período de paz y democracia.

Mientras eso sucedía, en las montañas de Chiapas se daba a conocer el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Ahora las guerrillas centroamericanas se enfrentan a un enemigo muy poderoso: el olvido. Ciertamente, muchos ignoran que Latinoamérica estuvo a punto de cambiar de forma radical cuando los fierros hablaron en Centroamérica, y otros tratan de negarlo. Por suerte, esa experiencia quedó plasmada en la literatura, y está accesible así para quienes no acostumbran leer aburridos libros de historia. Por un lado está lo que se conoce como “literatura testimonial”, con clásicos como Los días de la selva (1980), del guerrillero guatemalteco Mario Payeras, y La montaña es algo más que una inmensa estepa verde (1982), del guerrillero nicaragüense Omar Cabezas; por otro lado está la narrativa de ficción, con novelas de gran calidad, como Caperucita en la zona roja (1977), de Manlio Argueta, La mujer habitada (1988), de Gioconda Belli, La diáspora (1989), de Horacio Castellanos Moya, y El hombre de Montserrat (1994), de Dante Liano. No hay duda de que son lecturas obligadas para todo aquel que desee conocer bien la historia reciente de nuestra América.