sábado, 5 de marzo de 2011

CUANDO LOS FIERROS HABLARON EN CENTROAMÉRICA

Por Oscar García

Para hablar del nacimiento de las guerrillas centroamericanas es necesario remontarse a los años treinta del siglo pasado. El poder estaba ya en las blancas manos de un reducido grupo de familias que por medios de ninguna manera justos se había apropiado de los recursos de los países del istmo. Tanto la conquista de América como las guerras de independencia eran ya cosa de aburridos libros de historia, pero el resultado de tanta epopeya y muerte era palpable: una sociedad dividida entre un grupo de terratenientes y sus amigos, por un lado, y el resto de la población, por el otro. En Guatemala estaba en el trono el dictador Jorge Ubico. En Nicaragua había una fuerza de ocupación de los Estados Unidos, pero un general liberal llamado Augusto César Sandino se había sublevado, formando lo que puede considerarse la primera guerrilla de la región. Cuando los marines se fueron, sin haber podido vencer al escurridizo ejército de Sandino, formaron la Guardia Nacional y pusieron como jefe al general Anastasio Somoza. Pero este lacayo no se conformó con eso, sino que derrocó al presidente del país y se afianzó en el poder, dando comienzo así a una dinastía que incluyó a tres Somoza.

En El Salvador, el dictador Maximiliano Hernández Martínez adquirió celebridad al parar una insurrección campesino-comunista y de paso ordenar la matanza de 30 000 indígenas. En conclusión, en los tres países mencionados reinaban dictaduras militares, en alianza con las ostentosas oligarquías locales. No obstante, el dictador Ubico cayó un día, gracias a la contundente presión popular y, aunque usted no lo crea, la pequeña Guatemala tuvo a continuación dos gobiernos revolucionarios que trataron de devolverle al pueblo lo que se le había robado. Naturalmente, Estados Unidos no vio con buenos ojos que este país impulsara una reforma agraria e intentara recuperar los inmensos territorios que compañías como la United Fruit Company tenían en su poder. Ni lerdo ni perezoso, el gobierno norteamericano ―y esto lo sabe todo el mundo―, organizó y financió el derrocamiento del gobierno legítimo del presidente Jacobo Árbenz. Los aviones de la CIA bombardearon la Ciudad de Guatemala, mientras los políticos de la Casa Blanca convencían a otras naciones de que era necesario detener “la amenaza roja”. Fue así que en 1954 lograron restablecer la dictadura militar en Guatemala. Sin embargo, hubo valientes, tanto civiles como militares, que llegaron a la conclusión de que era hora de luchar. Es ahí donde nace la guerrilla de Guatemala.

La primera acción armada salió de un grupo de ex militares que, en 1960, descontentos por la situación del país y porque en su patria se estaban preparando los contrarrevolucionarios cubanos para la invasión de Bahía de Cochinos, desertaron del ejército y formaron la primera organización político-militar del país: el Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre (M-13). Al mismo tiempo, el partido comunista, denominado Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), había aceptado la vía armada como medio para llegar a la toma del poder, ya que la otra opción que tenían era dejarse matar o vivir para siempre en el exilio. Los nicaragüenses no se habían quedado atrás, pues desde el comienzo de la dictadura somocista había habido intentos de insurrección. Finalmente, en 1961, Carlos Fonseca Amador y otros dos estudiantes universitarios, inspirados por la Revolución cubana y el ejemplo de Sandino, formaron el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Por su parte, las guerrillas salvadoreñas nacieron a comienzos de los años setenta, cuando el secretario general del Partido Comunista Salvadoreño (PCS), el panadero Salvador Cayetano Carpio, al ver que en el Partido no pasaba nada radical, renunció a su cargo, adoptó el seudónimo “Marcial” y fundó las Fuerzas Populares de Liberación (FPL). Luego nacieron tres organizaciones guerrilleras más, que en 1980 se unieron y, junto con el Partido Comunista, fundaron el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Para entonces, en Guatemala unas organizaciones guerrilleras habían sido diezmadas y otras aniquiladas por el ejército gubernamental. Pero inmediatamente habían nacido otras, que finalmente, en 1982, formaron la alianza estratégica Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).

Cabe agregar que también en Honduras hubo varias organizaciones guerrilleras, pero no llegaron a desarrollarse al grado de convertirse en verdaderos ejércitos, como sucedió en los tres países vecinos. Y también es bueno decir, para que nuestra historia no se vuelva romántica, que todas estas organizaciones guerrilleras obtuvieron su mayoría de edad con sangre y fuego, puesto que un guerrillero que no dispara no es guerrillero. Los sandinistas llevaron a cabo varias acciones espectaculares, como la toma del Palacio Nacional del Congreso. Como sabemos, la Revolución sandinista triunfó en 1979 y cambió de esta forma la historia de Latinoamérica, pero su proyecto de reconstrucción nacional fue saboteado desde el comienzo por los Estados Unidos y su ejército de mercenarios conocido como “la Contra”. En 1990 hubo elecciones, y la gente, cansada de la guerra y el bloqueo, optó votar por la oposición. De igual forma, los norteamericanos hicieron todo para vencer a los guerrilleros salvadoreños y guatemaltecos, enviando dinero, armas y asesores a sus aliados en Centroamérica. Pero nunca lo lograron. Lo que sí hicieron los ejércitos gubernamentales, financiados por los millones de dólares que llegaban del norte, fue innumerables masacres contra la población civil, para tratar de dejar a los guerrilleros sin el apoyo popular, una estrategia que cínicamente se denominó “el pez fuera del agua”. En 1989, tras una memorable ofensiva en la capital y en todo el país, el FMLN obligó al gobierno salvadoreño a sentarse a la mesa de negociaciones. Para entonces, ya había varias “zonas liberadas”, es decir, regiones enteras bajo dominio de la guerrilla. A comienzos de los años noventa se firmó finalmente una paz negociada, tanto en El Salvador como en Guatemala, pues gobiernos y guerrilleros habían llegado a la conclusión de que no podían vencer al adversario. Se callaron los fusiles y se pasó a un período de paz y democracia.

Mientras eso sucedía, en las montañas de Chiapas se daba a conocer el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Ahora las guerrillas centroamericanas se enfrentan a un enemigo muy poderoso: el olvido. Ciertamente, muchos ignoran que Latinoamérica estuvo a punto de cambiar de forma radical cuando los fierros hablaron en Centroamérica, y otros tratan de negarlo. Por suerte, esa experiencia quedó plasmada en la literatura, y está accesible así para quienes no acostumbran leer aburridos libros de historia. Por un lado está lo que se conoce como “literatura testimonial”, con clásicos como Los días de la selva (1980), del guerrillero guatemalteco Mario Payeras, y La montaña es algo más que una inmensa estepa verde (1982), del guerrillero nicaragüense Omar Cabezas; por otro lado está la narrativa de ficción, con novelas de gran calidad, como Caperucita en la zona roja (1977), de Manlio Argueta, La mujer habitada (1988), de Gioconda Belli, La diáspora (1989), de Horacio Castellanos Moya, y El hombre de Montserrat (1994), de Dante Liano. No hay duda de que son lecturas obligadas para todo aquel que desee conocer bien la historia reciente de nuestra América.