lunes, 12 de septiembre de 2011

-En un mundo donde no caben otros mundos-


Por: Mahuida Hormazábal


Si miramos hacia fuera, no hace falta tener una lupa para darnos cuenta que vivimos suspendidos sobre un torbellino de matices diferentes, que vivimos bajo un cielo complejo de pluralidad. A pesar de esta verdad, nos encontramos inmersos en una contradicción tremenda. La sociedad moderna se ensaña por medio de su estructura (instituciones, religión, familia), a enfrascarnos en espacios donde no existe lugar para la diferencia. Nos encasillan y nos enseñan a creer que debemos seguir una misma línea: El camino hacia el éxito fastuoso, éxito que hoy en día no es más que la alimentación del ego, del individualismo disparatado.

Y claro, si fijamos la vista en nuestra sociedad “moderna”, será inevitable empaparse de la cultura globalizada, será ineludible absorber este mecanismo que pulveriza aquellas ideas divergentes. Y como estamos apresados en una sociedad cuyo motor es el consumo, y que se reafirma en la cultura de mercado, se hace entonces más difícil capturar la verdadera esencia de las personas. Pues si la escala de valores se mide por la cantidad que consumimos y no por las capacidades que posee cada individuo, se deja fuera la posibilidad de generar espacios para cada miembro de nuestra sociedad. El espacio se va ganando dependiendo del poder adquisitivo de cada persona. A mayor status económico mayor posibilidad de alcanzar la aceptación social facilitándose así aun más la prosperidad y el reconocimiento social.

De tal modo, bajo el régimen de la uniformidad, se aniquila automáticamente -por nosotros mismos- las formas diferentes de ser o pensar. Nos cegamos y al enfrentarnos con personas que no encajan en este molde proporcionado por la sociedad como “lo normal” entonces inmediatamente son visualizados como una amenaza para el resto; se menosprecia, se discrimina, se estigmatiza.

Si hoy, un hombre homosexual debe explicar en reiteradas ocasiones que no usa tacones, que su pasión es el fútbol y más encima tenga que disculparse por ser “tan” varonil, nos damos cuenta que las estructuras sociales desenfocan completamente nuestra perspectiva. Tenemos un modelo mental que define incluso como debe ser un homosexual. Otro ejemplo de los esquemas mentales que nos limitan es el que define la familia: Si una persona tiene que fundamentar el porqué su familia no es disfuncional a pesar de no estar encabezada por una madre y un padre, y más encima cada tanto tener que explicar que una familia puede ser mono parental. O bien si subimos las cejas si son dos madres o dos padres quienes están a cargo de los hijos, es simplemente porque estamos otra vez frente a esta estrechez de mentalidad de la cual adolece/padece nuestra sociedad.

Es fundamental que enfrentemos nuestros prejuicios, de lo contario no podremos evolucionar como sociedad. Despojarse del orden preestablecido, romper con la esquemática y reventar esa burbuja gigante que envuelve nuestras ideas para permitir que penetren pensamientos nuevos en beneficio de la humanidad. Basta de aumentar la distancia entre el “ellos” y el “nosotros”. Debemos romper con aquella pobreza mental que margina a los inmigrantes, a los discapacitados, a los no heterosexuales, a los sin casa, a los sin país, a las minorías todas. Todos estos mundos deben formar parte de nuestro mundo.